
13 Mar Soy el cambio y vengo para quedarme
Hace unos pocos días que a Juan le han notificado una decisión muy desagradable para él y para su familia. La empresa en la que desde hace siete años trabaja como asesor comercial personal ha decidido prescindir de sus servicios. Las razones que le han dado sitúan la causa en la difícil situación económica y en que “la cosa” no está bien. Hoy Juan se siente confundido con lo que le ha pasado y vive con una mezcla entre rabia y angustia su nueva realidad: necesita encontrar un nuevo empleo.
Pilar, tras años desempeñando el puesto de asistente de producción en la planta de extracción de cobre, a la que acude cada día tras recorrer los más de 100 kilómetros de distancia que la separan de su casa, mantiene la ilusión de que se produzca ese ansiado ascenso que reconozca su buen hacer durante todo este tiempo. Pero la realidad se impone: en los tres últimos años su salario bruto se ha visto reducido un veinte por ciento. Aun así, Pilar se siente una mujer afortunada, pues mientras continúa en su puesto ha sufrido con angustia el despido de muchos de los compañeros que han tenido que abandonar la empresa.
Al mismo tiempo, Álvaro, quien recientemente ha terminado los estudios de economía, a los que le ha dedicado su tiempo y esfuerzo durante estos últimos cinco años, ve cómo sus ilusiones se enfrentan por primera vez con la realidad de un mercado de trabajo que presenta tasas de desempleo históricas. Álvaro quiere emplearse pero se encuentra con que los tiempos son difíciles, reina la incertidumbre y lo peor para él es la desesperanza al no saber hasta cuándo será así.
La realidad que vivimos es cruel. Lo atestiguan los resultados del estudio de Hay Group sobre las tendencias retributivas del 2013 en el mercado español. Aunque parece que la crisis que padecemos ha “tocado fondo”, posiblemente tendremos que esperar más de cinco años para que podamos ver cifras de desempleo inferiores al 20%.
Así que a cualquiera de nosotros, igual que a Pilar, Juan o Álvaro, estos momentos de incertidumbre que vivimos nos reclaman abandonar el pasado, aceptar que tenemos que afrontar nuevos retos y con actitud positiva activarnos para desarrollar, quizás, un rol diferente al que actualmente venimos desempeñando.
Aunque son muchas las personas que son conscientes de esta necesidad de actuar para abordar el cambio, no todas lo hacen. Muchas dudan, algunas no saben cómo hacerlo y otras, aun sintiéndose incómodas, no toman la responsabilidad de comprometerse a actuar.
¿Qué nos está pasando? Las personas somos seres vivos que sentimos y reaccionamos ante lo que vivimos. Así, ante el escenario que se nos presenta, no es extraño que nos aflore un sin fin de sentimientos contrapuestos. Nuestros estados de ánimo pueden verse alterados y sufrir altibajos. La ilusión y el vértigo que provoca soñar hacer cosas nuevas, pueden rápidamente dejar paso al temor y el miedo ante lo desconocido. Esta insólita manera de sentirnos resulta, por un lado del hecho de tener que conciliar lo incierto que es el presente que se vive, con ese seguro pasado reciente que de forma traumática nos hemos visto obligados a abandonar, y por otro, del proceso de tener que generar esperanza y crear un futuro próximo que nos resulta desconocido. Así que no es extraño que esta alternancia de sensaciones, fruto de toda una sinfonía de sentimientos contrapuestos, interfieran en nuestras decisiones haciéndonos sentir inseguros.
Tanto el presente que vivimos como el futuro cercano que construiremos, nos reclaman con urgencia la necesidad de cambio, y ambos lo hacen, obligándonos además a realizar una transición hacia lo desconocido. Siendo así, es un cambio al que convendría dedicarle tiempo suficiente para, desde una reflexión consciente, favorecer la exigencia de obtener prontos resultados.
(to be continued)
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