06 Abr EL SECRETO DEL BUEN TRABAJADOR: La importancia de la Inteligencia Emocional como parte del bienestar del trabajador
Afortunadamente, atrás han quedado ya los años en los que las emociones eran relegadas a un segundo plano en el escenario del mundo laboral, primando más el hecho de contar con un impecable CV que contar con excelentes habilidades sociales.
No es un secreto para nadie que cada puesto de trabajo requiere de unas competencias específicas para el desempeño de las actividades de la manera más eficaz posible. No obstante, la mayoría de empleos requieren desenvolverse satisfactoriamente entre otras, con el trato personal, toma de decisiones o gestión del cambio. Son las conocidas como competencias trasversales, y que dan forma a un concepto que hoy día no pasa inadvertido para ningún departamento de Recursos Humanos: la inteligencia emocional, la habilidad para reconocer emociones propias y ajenas, con el fin de poder gestionarlas de manera eficaz en nuestras vidas.
Inteligencia emocional: Habilidad para reconocer emociones propias y ajenas, con el fin de poder gestionarlas de manera eficaz en nuestras vidas.
Daniel Goleman, uno de los más importantes investigadores de la temática, ya ahondó a principios de este siglo en la estrecha relación entre emociones y éxito profesional en su libro “La inteligencia emocional en el trabajo”. Desarrolló el concepto de EQ (cociente emocional), análogo al IQ (cociente intelectual), llegando a mostrar en sus estudios que el primero constituye un predictor de éxito laboral mucho más eficaz que el segundo, más ligado a la acumulación de datos, la reflexión o el uso de la lógica.
Los estudios hasta la fecha no han hecho sino confirmar las hipótesis de Goleman, sin embargo, que esto no nos lleve a engaño: no hay duda que los conocimientos técnicos son imprescindibles, sólo que las habilidades personales para gestionarlos constituyen un valor añadido como trabajador, y así es considerado por la gran mayoría de reclutadores en la actualidad.
Los conocimientos técnicos son imprescindibles, sólo que las habilidades personales para gestionarlos constituyen un valor añadido como trabajador, y así es considerado por la gran mayoría de reclutadores en la actualidad
La cuestión es que los trabajadores sepan encontrar el equilibrio entre la parte racional y la parte emocional, sobre todo en puestos de alta responsabilidad, cuyas decisiones repercutan en una parte importante del devenir de la empresa. Así, se tornan clave habilidades como la empatía, saber ponerse en el lugar de otros, o la asertividad, saber expresar los propios sentimientos sin herir o menospreciar los de otros. Aquellos que posean estas y otras competencias emocionales, con mayor seguridad se convertirán en buenos trabajadores en primera instancia, por lo que es más probable que promocionen en su carrera profesional, llegando a convertirse en buenos líderes, tal y como avalan los estudios.
Las empresas deben promover políticas que fomenten comportamientos emocionalmente inteligentes, como saber dar feedback positivo, gestionar responsablemente los cambios o promover un ambiente laboral proactivo.
Además, no olvidemos que las emociones son contagiables: trabajadores que fomenten un ambiente positivo pueden repercutir en un mejor clima laboral, por lo que la satisfacción de los empleados será mayor. Y en esto, las investigaciones vuelven a estar de nuestro lado: Goleman asegura que los trabajadores satisfechos serán hasta un 60% más productivos que aquellos insatisfechos, lo cual indudablemente beneficia también a la empresa.
Visto lo visto, el desarrollo de competencias emocionales repercute positivamente en todas las partes de la empresa, por lo que es responsabilidad de la misma promover políticas que fomenten comportamientos emocionalmente inteligentes, como saber dar feedback positivo, gestionar responsablemente los cambios o promover un ambiente laboral proactivo.
Sergio Ganzo Salamanca
Psicólogo Organizacional
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